La historia de Stephanie

“Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia”


El famoso poema “The road not taken” (El camino no elegido) de Robert Frost siempre caló hondo en Stephanie. “Siento que estos versos reflejan algo que aprendí de mi padre: seguir el propio camino. Aunque sea este el menos trillado, el más difícil, pero elegir siempre aquello en lo que firmemente creemos”.


Las primeras montañas

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Todo comenzó en Aspen, en ese pueblito de 2500 habitantes en el que Stephanie pasó una infancia y adolescencia idílicas. O quizás empezó antes, en la gran hambruna a finales del siglo XIX en Alemania, país que dejó atrás su bisabuelo rumbo a Estados Unidos, en busca de un mejor futuro. O tal vez, todo comenzó con su abuelo, primer universitario y orgullo de la familia, que atravesó el país con sus hijos a cuestas, pasando por Colorado. Entre esas montañas rocosas quedó el corazón de uno de ellos, Dwight  –padre de Stephanie– que años más tarde volvió al estado del que se había enamorado de niño. Lo cierto es que “el camino menos trillado”, ese difícil que solemos dejar de lado y que marca toda la diferencia, resultó entre los Shellman el camino elegido. 

Su padre, su ejemplo de vida

¿Cómo llegó Stephanie a ese pueblito entre montañas? Su padre había sido enviado temporalmente a Aspen por la firma de abogados para la que trabajaba en Denver. Cuando pidieron a Dwight que volviera, no quiso, no pudo. Aspen era ya parte suya. Dejó atrás su prestigiosa carrera y fundó su propio estudio. 

En los años 70 el pueblo se despertó y atrajo el interés de los ricos, famosos y de los promotores inmobiliarios. Dwight comenzó su camino como servidor público de Aspen. Pasó la mayor parte de su vida tratando de devolver algo a la comunidad que tanto amaba.

“Nunca hizo cosas por dinero. Siempre tomó su camino y puso la calidad de vida de su comunidad antes que el dinero. Su trabajo tuvo un efecto duradero en nuestra comunidad”, recuerda Stephanie sobre su padre.   

Salir del trillo

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La educación privilegiada que tuvo Stephanie en Aspen le permitió aplicar a las mejores universidades de los Estados Unidos, todas muy lejos de Aspen. “Mis amigos querían ir a universidades de renombre como Harvard, Yale o Princeton, pero yo tenía mi corazón puesto en una pequeña universidad en las afueras de Boston, el Wellesley College”. En Wellesley, una universidad sólo de mujeres que educó a líderes como Hillary Clinton, Madeleine Albright y también periodistas, autoras, actrices, astronautas, y científicas de renombre, Stephanie estudió letras, historia, literatura y cultura hispana.

En el último año de la universidad, tomó la decisión de que quería vivir en el extranjero, y comenzó a orientar sus pasos en esa dirección, con la mira puesta en América Latina. En esa misma época su madre, que había dependido financieramente de su padre toda la vida, decide separarse y comenzar por su cuenta. Ambas cosas llevaron a Stephanie a pensar por primera vez en el dinero, se dio cuenta de que entenderlo iba a ser clave para lograr la independencia de tomar sus propias decisiones.

A los 21 años, con su diploma universitario bajo el brazo, se propuso trabajar en un banco, y la contrataron en el Banco de Boston, un banco con fuerte presencia en América Latina.

“Un día mi jefe me llamó a su oficina para decirme que había un puesto disponible en una pequeña sucursal de un país remoto, un camino que nadie quería tomar... No era un lugar para avanzar en la carrera en el banco. Nadie sabía dónde estaba. Pero nunca me interesó demasiado hacer carrera en el banco. Sólo quería vivir y trabajar en América Latina. El puesto era mío solo si lo aceptaba inmediatamente. Creo que no lo pensé más de un minuto. Era mi oportunidad. Me enviaron a Montevideo en 1985”. 

Uruguay, su lugar en el mundo

Esa decisión cambió la vida de Stephanie para siempre. Se zambulló sin pensarlo y siguió los impulsos de su niñez que le decían que por otros lares había otras maneras de ver el mundo. El primer uruguayo que conoció fue el hombre con quien se casó años más tarde. Se enamoró de Andrés, del país, de su tamaño pequeño y humano, del océano infinito, de las grandes extensiones verdes y de la cordura de su gente.

“Estados Unidos es un gran país, pero veía cómo mis amigas tenían que decidir entre trabajar y ser mamá. Sentía que en Uruguay podía hacer las dos cosas bien. También me encantaba la cercanía que mi marido tenía con la familia extendida y los amigos de toda la vida. Quería esa vida para mis hijos”. 

"Nunca había querido ser banquera pero me convertí en una"

En Uruguay pasó 20 años gestionando las inversiones del banco, primero en crédito y luego en otro tipo de inversiones, en el Banco de Boston, y luego en el ING. Durante ese período, aprendió que los bancos eran importantes, que tenían un enorme poder para ayudar a las personas y a las empresas a avanzar, pero que también podían destruir vidas.

En 2002 encontró su camino

En ese fatídico año vio a muchos de sus amigos y conocidos perder sus ahorros durante la crisis bancaria y decidió convertirse en una profesional independiente de inversiones.

“No sabía nada sobre cómo ayudar a la gente a invertir su propio dinero, pero estaba segura de que sabía más que los que asesoraban a mis amigos hasta ese momento, y también sabía que podía aprender cómo hacerlo. Así que empecé a investigar cómo lo hacían en mi país natal y descubrí que había otra manera, donde profesionales independientes trabajaban directamente para los clientes como defensores y utilizaban sus conocimientos sobre la industria para ayudar a la gente normal a salir adelante. Hacía falta solo un cambio de cabeza.”

Por aquel entonces nadie cobraba por el asesoramiento financiero y todos sus amigos de la banca privada le dijeron que estaba loca. Para vivir como asesor, había que trabajar para un banco o un corredor de bolsa. Pero esas instituciones hacían foco en el dinero y no en la vida de las personas.

“Me di cuenta de que los bancos y corredores de bolsa vendían lo que era mejor para ellos, no lo que era mejor para los clientes. Y los costos eran muy altos y ocultos. La gente pensaba que no pagaba nada cuando en realidad pagaba mucho.”

Fue así como decidió crear una empresa que pensara el dinero al servicio de la vida y no la vida al servicio del dinero. 

 
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“Mi padre me había enseñado a hacer lo correcto, aun cuando nadie estaba mirando. Para mí, hacer lo que hacían los demás era mentir.”

 

En 2003, Stephanie dejó la industria bancaria para siempre y comenzó su propia firma. Así nació Shellman Wealth, una empresa de asesoramiento independiente de inversiones, una de las primeras en el país. Desde sus inicios, la empresa cobra sus servicios directamente a sus clientes y no acepta ninguna comisión por los productos que usa. Hasta el día de hoy es pionera en ese sentido. Convenció a algunos conocidos haciéndoles ver que al pagarle directamente podían confiar en que protegería sus intereses. Y resultó. Hasta el día de hoy siguen siendo sus clientes y confiando en ella.

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“Ser transparente es difícil en un mundo donde todo se esconde. Es un camino poco transitado por estos lares. Pero duermo tranquila, sabiendo que decimos toda la verdad a personas que confían su futuro en nosotros”.

El camino se convierte en propósito

Dicen que quienes toman el camino menos trillado, descubren en el tramo que las metas personales comienzan a ser reemplazadas por algo más grande: un propósito. El propósito es un llamado a dedicar nuestro trabajo al servicio de una causa más grande que uno. En esa segunda mitad de su vida, Stephanie encontró su pasión: ayudar a las personas a tomar decisiones financieras para alcanzar su bienestar futuro.

Hoy dedica sus días a perseguir ese propósito: generar un movimiento enfocado en un modelo financiero más justo y humano. 

Dicen también que algo increíble pasa cuando se tiene un propósito claro, no importa cuán difícil pueda en un comienzo parecer. Poco a poco, comienzan a sumarse personas y oportunidades que ayudan a materializarlo. Y así es. Hoy Stephanie no está sola en su camino menos trillado. La acompañan las personas que trabajan junto a ella en Shellman Wealth, comprometidas con su propósito y con continuarlo cuando ella no esté.

En el ámbito académico, se suman sus alumnos en los diferentes programas a nivel profesional y posgrado. Y a partir de 2019, con el libro Mi Dinero, Mi Problema y su web, se suman más y más caminantes, personas que sintonizan con las palabras de Stephanie:

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“No sabemos qué futuro nos espera. Pero tener suficiente dinero nos da la opción de poder vivir como queremos, de tomar hoy o mañana nuestro propio camino menos transitado”.